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Crisis de credibilidad: Alimentos, pobreza y cambio climático. Un programa para los líderes de los países ricos

Temática: Cooperacion y Financiación para el Desarrollo.
Autoría: Lawson, Max
Año de Publicación: 2008
El 2008 está a medio camino del plazo previsto para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Pero, pese a los avances logrados, no se conseguirán de continuar las tendencias actuales. Se calcula que faltarán US$30,000 millones de la ayuda prometida, déficit que podría costar cinco millones de vidas. Empezando por la reunión del G8 en Japón, los países ricos deben aprovechar una serie de cumbres de alto nivel a celebrarse en el 2008 para garantizar que se alcancen los Objetivos, y para abordar tanto el cambio climático como la actual crisis alimentaria. Las dificultades económicas no deben ponerse como excusa: está en juego la credibilidad de los países ricos.

01* Resumen

En el 2008, nadie tiene por qué ser pobre. Ninguna mujer debería morir durante el parto por falta de atención médica. Ningún niño o niña debería morir de neumonía por falta de medicamentos. Ninguna niña debería ver cómo sus hermanos van a la escuela mientras que ella se queda en casa. Ninguna familia debería ver sus cosechas arrasadas por las inundaciones. Ninguna mujer debería ver a sus hijos arriesgar la vida por beber agua contaminada o irse a la cama con el estómago vacío. Este año, el 2008, marca la mitad del camino hacia el plazo para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), acordados por 147 países en el año 2000, objetivos que se centran en abordar la pobreza, el hambre, la desigualdad entre los géneros, la educación, la salud, el agua, el saneamiento y el medio ambiente. Estos objetivos no se fijaron como sueños imposibles, sino como metas realistas que, mediante acciones concertadas, se pueden y deben alcanzar, e incluso superar para hacer que la pobreza extrema sea cosa del pasado.
Es posible conseguir avances extraordinarios, incluso en los países más pobres. En Ruanda, el número de niños y niñas que mueren a causa de la malaria se ha reducido en dos tercios en tan sólo los dos últimos años. Un bebé que nace hoy en Tanzania tiene una probabilidad cuatro veces menor de morir antes de cumplir un año que su hermana nacida sólo cuatro años antes. El Fondo Mundial de lucha contra el SIDA, la tuberculosis y la malaria, creado en la última reunión del G8 en Japón en el 2000, ha distribuido hasta la fecha 30 millones de mosquiteros de cama contra la malaria, y está salvando 3,000 vidas diarias. El más importante impulsor de estas transformaciones es el darse cuenta de que el cambio sí es posible: los mayores obstáculos son la desesperación en los países pobres y la apatía en los países ricos. En Malawi, el crecimiento económico sostenido, el subsidio estatal a los abonos que contribuyó a conseguir cosechas excepcionales, la distribución masiva de medicamentos gratuitos contra el SIDA y la reducción del número de personas infectadas, el aumento de 50 por ciento de los sueldos del personal de enfermería, y la educación primaria gratuita para todos los niños y niñas han ayudado a crear en el país una sensación de optimismo palpable. Si se compara con la situación de hace tan sólo seis años, cuando el país estaba sumido en una crisis alimentaria, estos avances resultan asombrosos. Desde luego que queda mucho camino por recorrer, y algunos escollos son inevitables. Pero el primer paso hacia el éxito es creer que es alcanzable. Son estos logros los que hacen que el fracaso generalizado en el avance hacia la consecución de los ODM sea aún más inadmisible. El rápido encarecimiento de los alimentos amenaza con echar por tierra los éxitos conseguidos y volver a dejar a millones de personas por debajo del umbral de pobreza. A mitad de tiempo, en lugar de avanzar con holgura hacia la victoria, el mundo contempla una derrota. Pero los motivos de este fracaso no se deben buscar únicamente en los países ricos. Los gobiernos de los países pobres pueden y deben hacer mucho más, y Oxfam trabaja con activistas y ciudadanos de los países en desarrollo para exigir cambios de sus líderes. Pero los países ricos continúan controlando el 60 por ciento de la economía mundial y han generado el 60 por ciento de las emisiones de carbono a nivel global. Ellos son los que inclinan la balanza en las negociaciones sobre comercio o cambio climático, dependiendo de lo que conceden y de lo que exigen a los países en desarrollo. Ellos son los que fabrican la mayoría de las armas. Pero este gran poder conlleva una gran responsabilidad. Los países ricos tienen la obligación de utilizar su dinero y poder para dejar de hacer daño, y hacer del mundo un lugar mejor y más justo. Cuando deciden actuar, por ejemplo para la cancelación de la deuda o la aportación de tratamiento para personas que viven con el VIH y el SIDA, se salvan vidas. Se necesita un incremento anual de US$150,000 millones adicionales en ayuda de alta calidad para el año 2010 si se han de alcanzar los ODM[1]. Para superar los ODM, para eliminar la pobreza y no sólo reducirla a la mitad, los países ricos deben cumplir de una vez por todas lo prometido en 1970: destinar 0.7 por ciento de sus ingresos a la ayuda. En mayo del 2008, en una acción sin precedentes, los responsables de las principales agencias multilaterales, entre ellas el Banco Mundial, las Naciones Unidas (ONU), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Europea (CE), publicaron conjuntamente un plan detallado de inversión para África, que indica de forma clara las intervenciones específicas que podrían llevarse a cabo con la ayuda prometida en la cumbre del G8 celebrada en Gleneagles (Escocia) y que salvarían vidas. La acción de los países ricos para poner fin a la pobreza no es sólo un imperativo moral: un mundo en desarrollo más próspero y más seguro está en el interés de todos. Significa más mercados y más socios comerciales. Socava la amenaza de conflictos armados y terrorismo. Reduce la necesidad de emigrar por motivos económicos. Permite al mundo actuar de manera coordinada para abordar las crisis globales, como son el cambio climático y las enfermedades. Lamentablemente, y obviando estas razones de peso, los dirigentes de los países ricos prefieren escudarse detrás de promesas, polémicas e intereses propios de corto plazo. En los próximos meses se presenta una serie de valiosas oportunidades para la acción en la que los líderes pueden recuperar la credibilidad perdida. Como presidente del G8 para este año, Japón debe presionar, en su reunión de julio, a los países ricos para que pasen a la acción. Además del G8, la reunión extraordinaria sobre los ODM convocada por el Secretario General de la ONU para setiembre, el Foro sobre Ayuda que se celebrará en Ghana en ese mismo mes, y la Conferencia de Doha sobre Financiación para el Desarrollo que tendrá lugar en noviembre son oportunidades clave para la rendición de cuentas. En estas reuniones se deben presentar planes de acción respaldados por la financiación necesaria para alcanzar los ODM. Posteriormente, la cumbre sobre cambio climático a celebrar en Poznan (Polonia) en diciembre ofrece la posibilidad de alcanzar un acuerdo justo sobre cambio climático. Los millones de activistas de países tanto ricos como pobres que exigen acción sobre la pobreza y la desigualdad siguen insistiendo, y lo harán también este año y todos los que hagan falta hasta que los líderes aborden estos retos. Oxfam propone a los líderes del G8 y demás países ricos un programa de seis puntos a ser abordados en estas reuniones cruciales. Se trata de una serie de pasos que deben seguirse de manera urgente:
  1. Dejar de que quemar alimentos y empezar a apoyar a las y los agricultores pobres
  2. Cumplir las promesas de ayuda incumplidas
  3. Apoyar la salud, la educación, el agua y el saneamiento para todos
  4. Cambio climático: dejar de hacer daño y empezar a ayudar
  5. Poner por delante a mujeres y niñas
  6. Otorgar prioridad a la seguridad para el desarrollo sostenible.
El rápido y reciente encarecimiento de los alimentos trae como consecuencia un sufrimiento indecible para millones de personas, así como disturbios en todo el mundo provocados por la desesperación y la ira. Según estimaciones del Instituto Internacional de Investigación sobre Política Alimentaria (IFPRI, sigla en inglés), 30 por ciento del reciente incremento de precios de los alimentos se debe a los biocombustibles[2]. El FMI ha calculado que la mitad del crecimiento del consumo de los principales cultivos alimenticios se debe al rápido incremento en la utilización del maíz estadounidense para la producción de biocombustibles. Y esta situación no hará sino empeorar si no se congelan los nuevos objetivos de incremento de su uso. Los ricos no pueden dedicarse a quemar alimentos mientras que el mundo pobre se muere de hambre. Es necesario revisar este apoyo a los biocombustibles que provoca aún mayores subidas en los precios de los alimentos. Paralelamente, tanto la ayuda humanitaria como la inversión a largo plazo en la agricultura, lo cual incluye la subvención de semillas y abonos, deben aumentar rápidamente y recibir mayor respaldo mediante reglas de comercio justas. La ayuda debería ir en aumento en lugar de disminuir. Los países ricos hoy aportan poco más de la mitad de la de los ingresos que aportaban en 1962. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha confirmado el pronóstico de Oxfam de que los países ricos podrían faltar a su promesa de US$50,000 millones anuales adicionales para el 2010 por una diferencia de US$30,000 millones, ayuda que podría salvar 5 millones de vidas. Los líderes de los países ricos han empleado casi un billón de dólares en sacar a flote a sus imprudentes bancos, pero no son capaces de aportar US$30,000 millones en ayuda. Son muchas las personas que se han cansado ya de promesas rotas y excusas baladíes. Si España es capaz de aumentar su ayuda en un 33 por ciento en un año, también podrían hacerlo Japón, Alemania, Francia y el Reino Unido. Sencillamente no es cierto que la aportación de un 0.7 por ciento del ingreso del país en ayuda sea inasequible o políticamente inviable. También ha de mejorarse radicalmente la calidad de la ayuda. La ayuda francesa debe gastarse en servicios básicos de salud y educación, en lugar de despilfarrarse en becas para la Sorbona y otras universidades francesas. La ayuda debe apoyar los planes estatales en lugar de proyectos al capricho de los donantes, y los compromisos de ayuda deben abarcar años, y no meses. Este año es el décimo aniversario de la primera protesta masiva de la campaña Jubileo 2000 ante la reunión del G8 de Birmingham (Reino Unido) en 1998. La cancelación de la deuda es lo mejor que el G8 ha hecho jamás por los países pobres, fruto de la enorme presión ejercida por esta campaña de alcance mundial. La cancelación ha tenido como consecuencia la duplicación del gasto social en muchos países. Pero este proceso se ha ido lentificando hasta casi detenerse, y son muchos más los países que necesitan que se les condone la deuda. Bangladesh no ha tenido condonación alguna, y sigue pagando US$2 millones diarios a los países ricos. Se deben cambiar también las normas para garantizar que no vuelva a surgir una crisis por el tema de la deuda y para castigar a aquellos prestamistas irresponsables que conceden préstamos a dictadores y exigen después el reembolso de los mismos a las personas pobres. Los servicios públicos básicos, como salud, educación, agua y saneamiento, son armas letales en la lucha contra la pobreza y la desigualdad. Se ha conseguido enormes avances gracias a la provisión gratuita y universal de estos servicios básicos. Para ello, los países ricos deben aportar financiación que apoye los planes estatales de servicios públicos universales y gratuitos. Deben dejar de atraer al personal sanitario de los países pobres. También deben dejar de velar por las ganancias de sus compañías farmacéuticas, y ayudar en cambio a conseguir medicamentos asequibles para todos. El cambio climático ya está afectando primero y en forma más severa a las personas pobres, con sequías e inundaciones cada vez más graves que perjudican sus medios de vida. Pese a no estar incluido de manera directa en los ODM, el 2015 también es un año clave en los esfuerzos por luchar contra el cambio climático. La brutal realidad es que de no invertirse la tendencia global de aumento en las emisiones de gases de efecto invernadero para el 2015, habrá escasas posibilidades de evitar impactos climáticos imposibles de controlar, lo cual será asunto de vida o muerte para las personas más pobres y más vulnerables del planeta. Es muy probable que el clima sea el tema dominante en las discusiones del G8 de este año, pero parece poco probable que los líderes del G8 resuelvan apoyar un acuerdo ambicioso post-2012 bajo los auspicios de la ONU. Se pintará a China como uno de los principales problemas, cuando lo cierto es que son los países ricos los que han causado el problema de entrada con sus emisiones. Por ello, deben asumir ahora la responsabilidad de recortar rápida y drásticamente sus emisiones, además de ayudar a las personas de los países pobres a adaptarse ante los impactos ya inevitables del cambio climático. En la cumbre del G8, el Reino Unido, EE. UU. y Japón anunciarán la aportación de fondos para la adaptación en los países pobres; pero gran parte de estos fondos saldrán de los presupuestos de ayuda ya existentes, y en el caso del Reino Unido se aportarán en realidad a modo de préstamos. Los países pobres se enfrentan por tanto a una injusticia por partida triple: deben pagar por la contaminación de los países ricos, el poco dinero para la adaptacion se está desviando de las promesas de ayuda para el desarrollo de urgente necesidad, y además se les exige que lo devuelvan con intereses. Esto es completamente inaceptable. Los países ricos deben aportar al menos US$50,000 millones anuales para compensar a los países pobres por su sucio hábito al carbono. La pobreza es producida literalmente por el hombre. Los hombres tienen prácticamente todo el poder del planeta, y deben asumir su responsabilidad por la terrible pobreza e insidiosa desigualdad que trunca la vida de tantas personas. Para poder progresar, es imprescindible otorgar prioridad a la consecución de igualdad para mujeres y niñas. Se necesitan fondos y un liderazgo decidido por parte de la ONU para erradicar la pobreza. En los 31 conflictos armados más graves que hay hoy en el mundo, la pobreza, y sobre todo la desigualdad entre grupos distintos, juega un papel importante. En los próximos cinco años, cualquiera de los países más pobres del mundo podría tener una posibilidad entre seis de verse envuelto en una guerra civil, lo cual afectaría en mayor medida a las mujeres. Los gobiernos del G8 son algunos de los principales comerciantes de armas, y el torrente de armas no reguladas menoscaba las oportunidades para abordar la pobreza. En la actualidad, se gasta doce veces más en armamento que en ayuda. Si esto fuera a la inversa, la pobreza y la inseguridad podrían quedar erradicadas. El mundo necesita un Tratado sobre Comercio de Armas con real vigencia. Los países del G8 y demás países ricos tienen el poder y la oportunidad de que la pobreza sea algo del pasado. Pueden poner fin a la actual crisis alimentaria y abordar el cambio climático. Aún no es demasiado tarde, pero lo será si los países ricos no actúan pronto.
NOTAS:
  1. ® En el 2003 la ONU calculó que se necesitaría un mínimo de US$152,000 millones anuales en ayuda para el 2010 para lograr los ODM (Investing in Development 2005). Esta cifra representa US$193,000 millones de 2007. La ayuda actual se sitúa en US$103,000 millones, cifra que el G8 de Gleneagles prometió incrementar hasta US$132,000 millones para el 2010. El CAD de la OCDE calcula que aproximadamente 50 por ciento de la ayuda actual es lo que se denomina "ayuda programable para el país", es decir, ayuda que realmente llega al país, sin que sea desviada hacia gastos como becas para estudiantes. Según esta medida, de los US$103,000 millones aportados en el 2007, la cantidad asignada a los ODM puede cifrarse en US$50,000 millones. Esto quiere decir que, para alcanzar los US$193,000 millones, los países ricos deben aportar una cantidad anual adicional de US$150,000 millones. Si los países van más allá y cumplen con la cifra prometida del 0.7 por ciento, los niveles de ayuda se situarían en torno a los US$260,000 millones en dólares de 2007, lo que permitiría a los países progresar más allá de los ODM y contribuiría en gran medida a la erradicación total de la pobreza.
  2. ®Ver www.guardian.co.uk/environment/2008/feb/26/food.unitednations.

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02* Recomendaciones

  1. Dejar de que quemar alimentos y empezar a apoyar a lasxx y los agricultores pobres.
    • Acordar una congelación de los nuevos objetivos relativos a los biocombustibles y reconsiderar los ya existentes, así como eliminar las subvenciones y las exenciones fiscales que incentivan la diversificación de la producción agraria, encareciendo los alimentos y arraigando aún más la pobreza.
    • Aumentar rápidamente la ayuda humanitaria hasta alcanzar los US$14.500 millones que se necesitan para ayudar de forma inmediata a las poblaciones más pobres y más vulnerables ante la crisis alimentaria.
    • Revertir los 20 años de abandono del apoyo internacional a los pequeños agricultores y trabajadores agrarios, incrementando la inversión en agricultura y desarrollo rural.
    • Implementar acuerdos comerciales justos que acaben para siempre con la práctica del dumping y garanticen que los países pobres puedan apoyar a sus agricultores más pobres para fomentar la seguridad alimentaria.
  2. Cumplir las promesas de ayuda incumplidas.
    • Japón debe liderar al G8 para conseguir un plan de emergencia detallado con incrementos presupuestarios anuales para cumplir así las promesas hechas por el G8 en Gleneagles y llegar al 0.7 por ciento del ingreso nacional bruto.
    • Actuar rápidamente para incrementar la calidad de la ayuda, implementando y excediendo los objetivos acordados, sobre todo mediante un incremento de los compromisos plurianuales predecibles y del volumen de ayuda canalizada por los gobiernos.
    • Acordar un mecanismo independiente de seguimiento de la cantidad y la calidad de la ayuda, bajo los auspicios de la ONU.
    • Acordar la cancelación de la deuda a todos los países que lo necesiten para alcanzar los ODM.
  3. Apoyar la salud, la educación, el agua y el saneamiento para todos.
    • Aportar los US$76,000 millones anuales que se necesitan para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio relativos a salud, VIH y SIDA, educación, agua y saneamiento.
    • Elaborar un plan global de apoyo a los sistemas nacionales de salud, que incluya la contratación de los 4,25 millones de trabajadores sanitarios que se necesitan.
    • Crear una fuerza de trabajo de alto nivel sobre agua y saneamiento y un proceso claro de seguimiento para garantizar el apoyo a los planes nacionales.
  4. Cambio climático: dejar de hacer daño y empezar a ayudar.
    • Asumir sus responsabilidades y comprometerse a efectuar recortes drásticos en la emisiones nacionales de carbono (de por lo menos entre 25 y 40 por ciento para el 2020, en comparación a los niveles de 1990); comenzar a reducir las emisiones para el 2015 y velar por que el calentamiento global se mantenga lo más por debajo posible de los 2 grados centígrados.
    • Cumplir de inmediato con la obligación de financiar las necesidades más apremiantes e inmediatas de los países más vulnerables: los países ricos deben aportar la parte que les corresponda de los US$50.000 millones anuales que se necesitan, como mínimo, en financiación para la adaptación. Esta financiación debe aportarse a través de los instrumentos ONU acordados, y ser adicional a la ayuda al desarrollo.
  5. Poner por delante a mujeres y niñas.
    • Aportar fondos destinados exclusivamente a organizaciones de mujeres y demás actividades de género.
    • Establecer una agencia de la ONU con responsabilidad de género.
  6. Otorgar prioridad a la seguridad para el desarrollo sostenible.
    • Todos los miembros del G8 y demás países ricos deben apoyar el proceso para conseguir un Tratado sobre Comercio de Armas riguroso, que esté basado en los derechos humanos y el derecho internacional humanitario.

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03* 1. Dejar de quemar alimentos y empezar a apoyar al agricultor pobre

El encarecimiento de los alimentos está dejando a millones de personas de nuevo bajo el umbral de pobreza.El Banco Mundial estima que, tras años de caídas, los precios de los alimentos se han disparado en un 83 por ciento en los últimos tres años, empujando de nuevo a unos 100 millones de personas bajo el umbral de pobreza[3]. En Ghana, una persona dedica como media un 60 por ciento de sus ingresos a los alimentos, proporción habitual en la mayoría de los países pobres. Las rápidas subidas en los precios de los alimentos en los últimos meses, que han hecho que productos básicos para la subsistencia como el arroz y el trigo alcancen precios sin precedentes, significan la miseria para millones de personas, cuya desesperación e indignación se manifiesta en los disturbios en todo el mundo. Debido el agobiante incremento en los precios de los alimentos, las mujeres pasan hambre para poder alimentar a sus hijos, las niñas no acuden a la escuela, y no hay dinero para comprar medicinas esenciales. Los progenitores deben tomar innumerables decisiones atroces, vivan donde vivan en el mundo. Sin una nutrición adecuada, los medicamentos contra el VIH y el SIDA se vuelven tóxicos. Los niños y niñas empiezan a sufrir de desnutrición y disminuye su capacidad de aprendizaje en la escuela. Los avances conseguidos hacia la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio se ven amenazados. Hasta ahora, pese a la retórica y algunos pequeños incrementos en la ayuda humanitaria, la acción contundente por parte de los países ricos ha brillado por su ausencia.

El encarecimiento de los alimentos afecta gravemente a Senegal.

En condiciones normales, Senegal produce tan sólo la mitad de los alimentos que consume a nivel nacional, debiendo adquirir el resto en el mercado internacional. Este año ya se están dando las señales de alerta clave: los precios de los alimentos han subido más pronto de lo habitual, los mercados tienen menos existencias, han aumentado las ventas de ganado, y los pastores de Mauritania están cruzando la frontera en busca de pastos en Senegal. El personal y las contrapartes de Oxfam dan cuenta de un preocupante impacto sobre los medios de vida, con una disminución en la cantidad y la calidad de las comidas, niños y niñas que dejan de asistir a la escuela, incremento de las tensiones entre los distintos grupos debido a los recursos, y un aumento en el bandidaje. Este es el tercer año consecutivo de pobres cultivos alimentarios y lluvias.
El incremento de los precios se debe en parte a una serie de factores estructurales de largo plazo, entre los que están un clima menos predecible por causa del cambio climático y una mayor demanda en India y China. No obstante, la acción urgente en tres áreas concretas podría marcar una enorme diferencia: biocombustibles, ayuda humanitaria y agrícola, y reglas de comercio.Que coman etanol. El depósito de un vehículo todo terreno lleno de etanol de maíz podría alimentar a una persona pobre durante un año[4].Si los países ricos adoptaran una única medida en los próximos meses para paliar la subida de los precios de los alimentos, esa medida debería ser revisar urgentemente los objetivos obligatorios para el uso de biocombustibles y eliminar las subvenciones que conjuntamente contribuyen al encarecimiento de los alimentos. Hay pruebas claras de que el enorme crecimiento en la demanda de biocombustibles es uno de los factores que contribuyen a la subida de precios de los alimentos. Además, en muchos casos estos combustibles están incluso exacerbando el cambio climático. Según estimaciones del FMI, casi la mitad del incremento del consumo de los principales cultivos alimenticios en el 2006-2007 se puede atribuir al auge de los biocombustibles. El Departamento de Agricultura de EE. UU. calcula que el etanol norteamericano ha generado un tercio del incremento en la demanda mundial de cereales entre 2002 y 2007 [5]. La utilización de maíz en EEUU para la producción de etanol está teniendo un impacto significativo en la demanda global (ver la Figura 1). Los objetivos de EE. UU. y la Unión Europea (UE) de incrementar rápidamente el uso de biocombustibles harán sin duda que la demanda de alimentos también siga creciendo rápidamente durante algún tiempo. La Ley de Energía aprobada en 2007 en EE. UU. obliga a multiplicar por cinco la producción de biocombustibles para el 2022, entre otros duplicando la producción de etanol de maíz, lo que podría significar que, para mediados de la próxima década, la mitad del maíz cultivado en EE. UU. sería destinado a la producción de etanol. La UE ha propuesto el objetivo de que 10 por ciento de carburantes procedan de fuentes renovables para el 2020. La producción de biocombustibles utiliza cultivos que de otra forma se destinarían a la alimentación; también compite con la producción de alimentos por la utilización de tierras, agua y demás insumos, haciendo que los precios suban aún más. Los sumideros naturales de CO2, como las selvas tropicales y las grandes praderas, se están destruyendo para dar paso a los biocombustibles; los trabajadores agrarios deben afrontar condiciones laborales de explotación; y la ONU estima que alrededor de 60 millones de indígenas pueden verse expulsados de sus tierras. Pese a que poco pueden hacer los líderes del G8 respecto a muchos de los factores que inciden en el encarecimiento de los alimentos, como por ejemplo el clima, el precio del petróleo o la mayor demanda de las economías emergentes, la política sobre biocombustibles es un caso distinto: la demanda de estos carburantes ha surgido por la política, y por tanto también puede eliminarse con medidas políticas. Los líderes del G8 deben revisar urgentemente las subvenciones e incentivos que existen para los biocombustibles y actuar para evitar arraigar aún más la pobreza.
Aumentar radicalmente la ayuda humanitaria y agrícola.En la actualidad, tan sólo 4 por ciento de la ayuda se destina a la agricultura. El G8 puede desempeñar un papel primordial en cubrir las necesidades inmediatas mediante una acción humanitaria urgente y coordinada. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) ha lanzado un llamado para recaudar US$750 millones adicionales simplemente para continuar su programa actual. Esta suma debe ser alcanzada, pero la respuesta debe ir mucho más allá, y mucho más rápidamente. Oxfam calcula que se necesitan US$14,500 millones con carácter de urgencia para ayudar a las personas necesitadas[6]. En cada país, la respuesta debe abarcar programas de protección social tales como ingresos mínimos garantizados y programas de obras públicas, así como ayuda directa a las poblaciones afectadas y grupos vulnerables. Es preferible, más que nunca, aportar dinero para efectuar adquisiciones a nivel local y regional en lugar de ayuda alimentaria en especie, para incentivar así la agricultura y el comercio locales. En muchas ocasiones resulta más eficaz entregar el dinero directamente a las mujeres, puesto que suelen ser ellas las principales responsables de la alimentación de sus familias. Esta amenaza de hoy constituye también una oportunidad para llevar a cabo reformas que debían haberse materializado hace ya tiempo. Es necesario incrementar la inversión en agricultura y otras políticas para reducir la pobreza rural, de manera que los agricultores y trabajadores agrícolas pobres, y en especial las mujeres, los pequeños agricultores y los pastores, puedan beneficiarse de mejores precios. Sin embargo, la ayuda a la agricultura disminuyó casi a la mitad entre 1980 y 2005 y, pese a nuevas promesas de algunos donantes, la comunidad internacional se está quedando muy corta en su camino hacia la consecución del primer ODM de reducir el hambre a la mitad, incluso antes del reciente incremento de precios. Los gobiernos de los países africanos también van a la zaga: en 2006, tan sólo seis de 24 países habían cumplido su compromiso de dedicar un 10 por ciento del presupuesto público a la agricultura[7]. Países como Malawi y Zambia han dado ejemplo, pasando de depender de la ayuda alimentaria a convertirse en exportadores de cereales en los últimos años.

Las subvenciones en Malawi garantizan la alimentación para todos.

Durante muchos años, la agricultura en Malawi estuvo abandonada. El Banco Mundial y demás donantes presionaron para conseguir una mayor liberalización y fomentar el sector privado. La estrategia fracasó, y los agricultores de subsistencia perdieron por partida doble: ni el gobierno aportaba ayudas, ni el sector privado promovía el desarrollo. Este fracaso político fue un factor clave en la crisis alimentaria de 2002, que dejó a millones de malawianos al borde de la hambruna y obligó a la importación de alimentos caros. En los dos últimos años, el gobierno de Malawi ha implantado un subsidio para el abono, distribuyendo 3 millones de cupones que permiten a los agricultores adquirir abono a una cuarta parte de su precio de mercado. El Banco Mundial y otros donantes se opusieron a esta intervención en el mercado desde el principio. El impacto de este subsidio al abono ha sido impresionante. Los especialistas calculan que las cosechas fueron un 20 por ciento mayores de lo que hubieran sido sin el subsidio. Los hogares pobres que padecieron fuertes impactos por los altos precios de los alimentos en los tres últimos años se redujeron de un 79 por ciento en el 2004 a un 20 por ciento entre mayo y junio del 2007. Malawi se ha convertido en donante de ayuda alimentaria para Lesotho, y ha comenzado también a exportar a otros países de la región. El Banco Mundial ha reconocido, con retraso, el valor de este subsidio, pero aún no se ha pronunciado sobre si los programas de este tipo podrían contribuir a la seguridad alimentaria en otros países pobres. Fuente: Dorward et al., ?Evaluation of the 2006/7 Subsidy‘, marzo del 2008.
Debe concederse financiación adicional a los países importadores netos de alimentos que padezcan una crisis fiscal o de la balanza de pagos por el encarecimiento de los alimentos. Debe agilizarse la cancelación de la deuda, y ampliarse a todos los países en difícil situación alimentaria. Deben emplearse todos los instrumentos disponibles a nivel del Banco Mundial y el FMI para ayudar a los países a afrontar estos choques. La financiación no debe exigir condición alguna, y debe concederse a modo de donación o préstamo a muy bajo interés[8]. Utilizar las normas comerciales para ayudar y no para hacer daño. Cualquier acuerdo basado en las propuestas que actualmente se discuten en la Organización Mundial de Comercio (OMC) no ayudarán ni a paliar la crisis alimentaria ni a aliviar la pobreza.Los países en desarrollo deben tener la oportunidad de utilizar medidas de política comercial para fomentar la seguridad alimentaria y el desarrollo rural y ayudar a los agricultores y trabajadores más pobres y marginados, y en especial a las mujeres, a beneficiarse del actual incremento de los precios. Sin embargo, treinta años de liberalización prematura y desregulación de los mercados (en parte como consecuencia de la presión ejercida por el FMI y el Banco Mundial), así como la práctica persistente de dumping de la producción agraria de los países ricos, han perjudicado gravemente a los agricultores pobres. Para aquellos países que retuvieron un mayor grado de participación estatal y protección arancelaria les resulta más fácil absorber el choque de la crisis alimentaria. Por este motivo se necesita urgentemente un enfoque nuevo y más equilibrado que valore la acción del Estado. Los acuerdos comerciales son de largo plazo y por lo general irreversibles, y las reglas de comercio deben servir para apoyar a las personas pobres tanto en tiempo de precios bajos como elevados. Resulta tentador para los encargados de las negociaciones comerciales utilizar la crisis para impulsar un acuerdo en la OMC. Sin embargo, cualquier acuerdo basado en las propuestas que actualmente se discuten en la OMC no ayudarán ni a paliar la crisis alimentaria ni a aliviar la pobreza. Los últimos documentos de la OMC demuestran que los países ricos siguen sin cumplir sus compromisos de recortar los subsidios nacionales a la agricultura que distorsionan el comercio y mejorar el acceso de los productos de los países pobres a los mercados. En mayo de este año, el Congreso de los EE. UU. aprobó la Ley Agrícola, dotada con US$289,000 millones. Esta ley incrementa los subsidios que sirven para distorsionar el comercio y contradice las propuestas vigentes ante la OMC. Pese a haber sido vetada por el Presidente Bush, parece que la Ley Agrícola se convertirá en política a seguir por los EE. UU. en los próximos cinco años, creando serias dudas respecto al compromiso de reforma de dicho país y su voluntad de alcanzar un acuerdo sobre desarrollo. Por su parte, el ministro de agricultura francés, Michel Barnier, ha pedido a la UE que imponga nuevos aranceles en sus fronteras como respuesta a la crisis de precios de los alimentos. La reforma de la Política Agraria Común no avanza ni lo suficiente ni a la velocidad necesaria en la dirección adecuada, pudiéndose echar a perder una oportunidad de oro para un cambio positivo a ambos lados del Atlántico. Y mientras dan largas a las reformas que debieron haberse realizado hace ya tiempo, los países ricos exigen garantías respecto a las reducciones arancelarias y niegan a los países pobres la flexibilidad necesaria para poder apoyar a sus agricultores más vulnerables. Muchos de los acuerdos de libre comercio, como los recientemente negociados Acuerdos de Asociación Económica entre Europa y los países de África, Caribe y el Pacífico (ACP), obligan además a una mayor apertura de los mercados con menos salvaguardas de las que aplica la OMC. Representan una amenaza insidiosa en cuanto los países ricos pretenden utilizar estos acuerdos para obtener de manera encubierta concesiones que no consiguieron ante la OMC. Las negociaciones actuales deben orientarse de nuevo hacia el desarrollo, y no se deben permitir más acuerdos que lo menoscaben.
NOTAS:
  1. ®M. Ivanic y W. Martin (2008) "Implications of Higher Global Food Prices for Poverty in Low-Income Countries", Policy Research Working Paper 4594, Washington DC: Banco Mundial.
  2. ®C. Runge y B. Senauer (2007) "How biofuels could starve the poor", Foreign Affairs, mayo/ junio.
  3. ®"Global Agricultural Supply and Demand: Factors Contributing to the Recent Increase in Food Commodity Prices", Ron Trostle, Servicio de Investigación Económica del USDA, mayo de 2008, p. 17.
  4. ®Según cálculos de Oxfam. Los 290 millones de personas más pobres en los 53 países más afectados necesitan como media una ayuda per cápita de US$50 en el 2008. Este es un cálculo conservador, que no incluye costes de transacción, y que representaría tan sólo 14 céntimos diarios per cápita.
  5. ®Datos de 24 países demuestran que en 2005 seis países habían alcanzado ya el objetivo de destinar al menos 10 por ciento de sus presupuestos públicos a la agricultura. Estos países eran: Niger (20 por ciento), Etiopía (16,8 por ciento), Burkina Faso (13.7 por ciento), Chad (12 por ciento), Mali (11 por ciento) y Malawi (11 por ciento). La media de los 24 países fue de un 6.6 por ciento; la media (de 31 países) en 2003 fue del 5.6 por ciento. Fuente: www.africa-union.org/root/ua/Conferences/2008/avril/REA/01avr/Pamphlet_rev6.pdf
  6. ®El FMI debe velar por que el aumento en la Facilidad para el Crecimiento y la Reducción de la Pobreza (PRGF) se ofrezca de forma automática e inmediata a todos los países que lo soliciten, sin más condiciones. La Facilidad Exógena para Choques (ESF) del FMI debe ponerse a disposición de aquellos países con problemas presupuestarios y de balanza de pagos. Puesto que los choques, por su naturaleza, son impredecibles, debe ofrecerse sin más requisitos, y en mejores condiciones. El Banco Mundial y el FMI deben ofrecer también financiación de emergencia para choques a países de renta media que padezcan una crisis alimentaria. Dado que los choques son impredecibles, debe ofrecerse sin más requisitos (como fue el caso de la Facilidad de Financiación Compensatoria y para Contingencias (CCFF) del FMI).

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04* 2. Cumplir las promesas de ayuda incumplidas

Crisis de credibilidad del G8. Los países ricos se han sacado de la manga más de un billón de dólares para sacar a flote a sus bancos en los últimos meses, pero parecen incapaces de conseguir los US$50,000 millones prometidos en ayuda[9].¿Cuándo una promesa deja de ser una promesa? Pues parece ser que cuando la hace el G8. En la cumbre del G8 celebrada en Gleneagles en el 2005, y fruto de una presión sin precedentes a nivel mundial, el G8 prometió incrementar la ayuda anual en US$50,000 millones para el 2010. El año pasado, Oxfam calculó que, de seguir las pautas demostradas hasta entonces, el déficit de financiación de este compromiso ascendería a unos US$30,000 millones. Este año, la OCDE finalizó un estudio detallado de la planificación real de los donantes, que vino a confirmar esta brecha: "De los incrementos comprometidos, que ascienden a US$50,000 millones en la AOD total para 2010, aún quedan US$30,000 millones por programar para que se cumpla lo prometido por los miembros"[10]. Oxfam ha calculado que este dinero podría salvar cinco millones de vidas[11].
En 1970, los países ricos prometieron aportar el 0.7 por ciento de la renta en ayuda exterior. Treinta y ocho años después, la cifra de ayuda es de tan sólo 0.28 por ciento y, lo que es aún peor, representa poco más de la mitad del 0.5 por ciento que aportaban en 1962[12]. Para conseguir avances en todas las áreas destacadas en el presente informe, fundamentales todas ellas para alcanzar los ODM, resulta indispensable que aumente la financiación aportada por el G8 y demás países ricos. El dinero de los países ricos no lo es todo, pero sin él no podremos erradicar la pobreza. La ayuda no es únicamente un imperativo moral. En el siglo XXI, no invertir en el desarrollo sostenible de las comunidades pobres tendrá consecuencias no sólo para los países en desarrollo, sino también para el resto del mundo. La pobreza global supone una amenaza para la prosperidad y la seguridad de todos. Las crisis medioambientales y los desastres naturales, las enfermedades y el tráfico de drogas no conocen fronteras. Las nuevas amenazas para la paz y la seguridad de los países ricos tienen su origen en la pobreza y la acentuada desigualdad. Las redes criminales y terroristas operarán con mayor impunidad allá donde las instituciones del Estado sean débiles. En los dos últimos años, el verdadero volumen de ayuda quedó velado por los acuerdos puntuales de condonación de deuda para Irak y Nigeria, apareciendo por ello mucho mayor de lo que realmente fue. Ahora que ha quedado patente la tendencia real, el G8 debe dar explicaciones. La ayuda japonesa se ha venido reduciendo desde el año 2000, y parecen ya muy lejanos los tiempos, a principios de la década de los 90, en que Japón fue por breve tiempo el mayor donante del mundo. Parece como si Japón quisiera dar la espalda al mundo, como si hubiera perdido el interés por desempeñar un papel de importancia a nivel global. De igual manera en África, el G8 se ha visto eclipsado también por China como el principal socio del Asia oriental para gran parte de los países. Japón debe utilizar su presidencia para fijar un calendario que permita llegar al 0.7 por ciento para el 2015. Sigue siendo la segunda economía del mundo, superando en más del doble a China, el Reino Unido o Francia. En la actualidad dedica tan sólo el 0.17 por ciento de la renta a la ayuda. Una encuesta realizada en Japón en mayo de 2008 puso de manifiesto que el 84.5 por ciento de los encuestados opinaba que Japón debía cumplir la promesa del 0.7 por ciento[13]. Cumplir este 0.7 por ciento supondría para Japón una aportación adicional de US$24,000 millones[14]. Esto significaría, por ejemplo, que Japón podría, por su cuenta, garantizar que nadie más en el mundo muera por falta de acceso a medicamentos contra el VIH y el SIDA. Este es el tipo de liderazgo que impactaría al mundo. Pero en su lugar, y pese a su constitución pacifista, Japón gasta cinco veces más en sus fuerzas militares que en ayuda. Aparte de Japón, también a las demás naciones ricas les queda mucho por hacer para reestablecer la fe en sus promesas a los países pobres. Francia es de los peores transgresores. En el último año, el Presidente Sarkozy ha retrasado el objetivo de llegar al 0.7 por ciento del 2012 al 2015, sin que nadie se percate de ello. Oxfam ha calculado que esto significará una reducción de US$17,000 millones en ayuda. Francia ostentará la presidencia de la UE en el segundo semestre de 2008, y debe actuar ya para conseguir incrementos anuales en el presupuesto de ayuda de al menos 1.200 millones de euros, si ha de evitar ponerse en evidencia. Alemania fue el único país del G7 en aumentar la ayuda en 2007, y ha prometido que la aumentará aún más, pero con todo se quedan muy cortos de cumplir el compromiso adoptado por todos los países europeos de llegar al 0.51 por ciento para 2010. Italia se ha quedado ya muy lejos de este objetivo, pero consiguió, no obstante, incrementar la ayuda en un 45 por ciento en 2007, sin contar la condonación de la deuda, siendo éste el grado de incremento necesario para rectificar su trayectoria hasta la fecha. A pesar de que la ayuda del Reino Unido cayó en el 2007, sigue siendo el único país del G7 que ha fijado un calendario claro de incrementos hasta el 2010/2011; pero aún podría haber hecho más. En el 2004, bajo la presión de los activistas, el Reino Unido acordó alcanzar el 0.7 por ciento para el 2013. Por aquél entonces, la ayuda representaba el 0,34 por ciento del ingreso nacional bruto. Cuatro años después, sigue siendo tan sólo el 0.36 por ciento[15]. En Canadá, la ayuda sigue estando por debajo del 0.3 por ciento de la renta nacional, y el Primer Ministro Harper sigue haciendo oídos sordos a la exigencia de fijar un calendario para llegar al 0.7 por ciento. España y los Países Bajos son ya donantes notablemente mayores que Canadá. EE. UU., por último, sigue estando a la cola, el país rico menos generoso de todos, con su aporte de tan sólo el 0,16 por ciento de su renta en ayuda exterior. Está por ver si el nuevo presidente cambiará este estado de cosas.No más excusas.Los nubarrones que se ciernen sobre la economía mundial están siendo utilizados por muchos países ricos como excusa de moda para no incrementar la ayuda. ¿Por qué no es más que una excusa? En primer lugar, las cantidades en discusión son ínfimas en relación a la renta de los países ricos: el 0.7 por ciento del ingreso nacional bruto (INB) no va a condicionar el futuro económico de Francia o de EE. UU. En segundo lugar, algunos países ricos sí parecen capaces de incrementar la ayuda, o incluso ya llevan muchos años aportando el 0.7 por ciento de su INB. España incrementó su ayuda en un 33 por ciento en el 2007. También resultan evidentes los beneficios políticos: un mayor grado de paz y prosperidad en los países más pobres claramente conviene a los países ricos.

Apoyo del público a la ayuda.

Los sondeos de opinión realizados por Oxfam, Actionaid, DATA y otras organizaciones en Japón, Alemania y el Reino Unido demuestran una y otra vez que el público en general cree que las cantidades destinadas a la ayuda son mucho mayores de lo que realmente son, y cuando es consultado demuestra un sólido apoyo a que sus respectivos gobiernos cumplan las promesas respecto a incremento de la ayuda.
  • En Japón, el 84 por ciento de los encuestados opina que Japón debería cumplir la promesa realizada en el G8 de 2005 de incrementar la ayuda en US$10,000 millones [16].
  • En Francia, el 76 por ciento del público opina que la pobreza es uno de los problemas más graves del mundo [17].
  • En Alemania, el 50 por ciento de los encuestados cree que su gobierno gasta el doble de lo que realmente gasta en ayuda exterior; el 71 por ciento de los alemanes cree que es importante o muy importante que Alemania cumpla sus promesas de incremento de la ayuda [18].
  • En el Reino Unido, el público cree que el presupuesto de ayuda es el doble que el de defensa, cuando en realidad el Reino Unido gasta seis veces más en las fuerzas militares que en ayuda exterior. El 57 por ciento de los encuestados está a favor o muy a favor de los incrementos de ayuda prometidos[19].
Los líderes muchas veces afirman que estos incrementos no tienen el apoyo de los ciudadanos. Pero la verdad es que suele haber mucho menor apoyo incluso para enormes presupuestos de defensa, u otros gastos mucho más significativos. El Anexo 1 presenta una comparación del gasto militar por persona frente al gasto en ayuda. Esa supuesta falta de apoyo popular se basa además en percepciones equivocadas, pues las encuestas demuestran una y otra vez que el público cree que las aportaciones del gobierno son mucho mayores de lo que realmente son. La opinión generalizada en el Reino Unido es que el gobierno gasta más en ayuda exterior que en el sistema de la Seguridad Social: en realidad, el Reino Unido gasta US$200,000 millones anuales en Seguridad Social, y unos US$10,000 millones en ayuda. Los líderes deben corregir esta idea errónea, y destacar lo reducido de la ayuda y el excelente rendimiento de la misma. Japón debe hacer de las promesas de ayuda una prioridad en el programa del G8 e insistir en acordar un plan de acción urgente de modo que los países ricos cumplan las promesas hechas en Gleneagles y vayan más allá, aportando la totalidad de la ayuda de alta calidad necesaria para conseguir los ODM.Ayuda de calidad. El gobierno de Mozambique se vio obligado a abrir 1000 cuentas bancarias para recibir ayuda de los distintos donantes.A cada dólar de ayuda se le debe sacar el mayor rendimiento para conseguir el mayor impacto posible sobre la pobreza. Por desgracia, gran cantidad de la ayuda es de una escasa calidad. Con demasiada frecuencia, los países en desarrollo han de tratar con cientos de proveedores de ayuda que aportan pequeñas cantidades para proyectos mal diseñados, de corto plazo y promovidos por los intereses de los donantes. El gobierno de Mozambique, por ejemplo, se vio obligado a abrir 1000 cuentas bancarias distintas, a exigencia de los donantes, para recibir la ayuda concedida[20]. Una proporción demasiado elevada de la ayuda recibida se emplea en la contratación de consultores extranjeros altamente remunerados. En Mozambique, los donantes gastan US$350 millones anuales en el sueldo de 3.500 consultores, mientras que el importe total del sueldo de 100.000 trabajadores del sector público asciende a US$74 millones[21]. Las cifras de ayuda también se ven infladas por otras partidas que no deberían incluirse, como por ejemplo las becas para universidades de la OCDE concedidas a estudiantes, o los gastos por el apoyo a los emigrantes que llegan a los países ricos. Si se deducen estas partidas, el volumen real de ayuda es mucho menor. Francia está entre los peores transgresores, ya que destina más de 1.000 millones de dólares de su ayuda a becas para universidades francesas[22]. Si se destinara este dinero a la educación básica, se podría conseguir que millones de niños y niñas asistieran a la escuela. En el 2005, más de 100 países entre donantes y receptores de ayuda acordaron en París una serie de objetivos para mejorar la eficacia de la ayuda. En setiembre de este año se reunirán de nuevo en Ghana para someter a examen los avances conseguidos en la implementación de estos objetivos. No objetivos no eran excesivamente ambiciosos, por lo que es necesario añadir más, pero de cumplirse supondrían un importante avance en la mejora de la ayuda. A dos años vista, el progreso logrado no parece alentador. Los países ricos apenas avanzan en la consecución de muchos de los objetivos que se acordaron, y en algunas áreas, como puede ser la mejora en la previsibilidad de la ayuda, parece que las cosas van a peor[23]. Para que la ayuda funcione, una parte mucho mayor de la misma se debe aportar de dos maneras concretas. En primer lugar, se la debe conceder directamente a los gobiernos, para dotar sus propias estrategias nacionales. En segundo lugar, debe ser una ayuda a largo plazo, que abarque años y no meses, y los países ricos deben aportar lo prometido. Los incrementos salariales para personal sanitario, profesores y asesores agrarios que en la actualidad reciben sueldos de pobreza pueden ser financiados únicamente mediante ayuda a largo plazo concedida a los gobiernos. La distribución gratuita de medicamentos o la compensación del gasto público necesario para prestar atención sanitaria gratuita sólo puede financiarse mediante apoyo presupuestario a largo plazo. Oxfam calcula que en la actualidad sólo ocho céntimos de cada dólar de ayuda se aportan siguiendo estos criterios[24]. Pero cuando la ayuda se aporta de este modo, ya se ha demostrado que los resultados son palpables. Un ejemplo es la condonación de la deuda: se concede a los gobiernos, y se garantiza por espacio de 20 años. La condonación de la deuda ha permitido la contratación de personal sanitario y profesores esenciales. Se han constatado incrementos casi inmediatos en Benín, Burkina Faso, Madagascar, Malawi, Mozambique, Tanzania, Uganda y Zambia. Nigeria también está formando a miles de nuevos maestros y maestras. La ayuda a los gobiernos debe concederse libre de condiciones excesivas. Los gobiernos de los países ricos tienen derecho a exigir que la financiación aportada se gaste de manera transparente y con rendición de cuentas, y que vaya orientada a la reducción de la pobreza. Pero no deben utilizar la ayuda para obligar a los países a adoptar políticas económicas como la privatización y la liberalización. La imposición de condiciones económicas ha ido disminuyendo en los últimos años fruto de la presión ejercida por activistas, pero sigue siendo una importante barrera para conseguir una ayuda eficaz, con el Banco Mundial y el FMI como principales transgresores. Recientemente, por ejemplo, la condonación de la deuda a Burundi quedó retrasada un año más debido a que el país no había privatizado parte de la industria del café, condición impuesta por el Banco Mundial y el FMI. No todos los gobiernos tienen la capacidad necesaria para recibir este tipo de ayuda presupuestaria. En países con Estados precarios, o cuyas instituciones adolecen de un grado de corrupción excesivo, el dinero puede canalizarse de manera distinta, por ejemplo a través de la ONU o de organizaciones no gubernamentales (ONG). Pero es indudable que puede y debe concederse una cantidad mucho mayor de ayuda en forma de apoyo presupuestario a largo plazo. Con frecuencia se aduce la pobre calidad de la ayuda como motivo para no incrementar la cantidad. Este hecho no puede servir de excusa. Es muy posible mejorar de forma radical la calidad de la ayuda a la vez que se incrementa su cantidad. Es algo que ha venido haciendo el Reino Unido en los diez últimos años, y recientemente también España. Se necesitan más compromisos multilaterales. Ya existen agencias multilaterales eficaces, como son el Fondo Mundial, la Comisión Europea o la ONU, capaces de asumir una ampliación de ayuda rápida y a través de las cuales es posible aportar más financiación de manera inmediata. Cancelación de la deuda para todo país que lo necesite. La condonación de la deuda es quizás lo mejor que el G8 ha podido hacer jamás para los países pobres.Este año marca el décimo aniversario de la primera protesta masiva de la campaña Jubileo 2000 ante la reunión del G8 de Birmingham, cuando 70,000 personas formaron una cadena humana para rodear las instalaciones en las que se celebraba la reunión. La condonación de la deuda es quizás lo mejor que el G8 haya podido hacer jamás para los países pobres, una respuesta digna a la extraordinaria campaña mundial del Jubileo 2000. Ya son veintitrés los países a los que se ha cancelado la mayor parte de la deuda, lo cual ha tenido como consecuencia la duplicación del gasto social en muchos de ellos. Es evidente que la cancelación de la deuda funciona, y que las deudas impagables e ilegítimas son un enorme obstáculo para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Lamentablemente, el proceso de cancelación de la deuda se ha lentificado, en parte por las condiciones injustificadas que se siguen imponiendo. A principios de este, Burundi ha visto cómo se retrasa la cancelación de la deuda en al menos un año por no haber cumplido la condición impuesta por el Banco Mundial y el FMI de privatizar parte de la industria del café. El número de ?fondos buitre‘ que acechan a los países pobres y amenazan con exigir ante los tribunales el pago completo de la deuda va en aumento[25]. Además, son muchos los países pobres que ni siquiera están en la lista. A Bangladesh, por ejemplo, país que ha sufrido disturbios por el encarecimiento de los alimentos, no se le ha cancelado deuda alguna, y sigue pagando US$2 millones diarios a los países ricos[26]. En un informe reciente, titulado "Unfinished Business" (Asuntos Pendientes), la Campaña del Jubileo sobre la Deuda calcula que es indispensable cancelar US$400,000 millones simplemente para que los países pobres puedan cubrir sus necesidades básicas. Hasta la fecha, han sido cancelados unos US$88,000 millones[27]. Pero lo peor es que miles de millones de dólares representan deudas ilegales, surgidas de préstamos a regímenes corruptos y opresivos, para proyectos inútiles, o en condiciones injustas. Los países ricos deben auditar las deudas pendientes y cancelar aquellas que se deban a decisiones de préstamo irresponsables.
NOTAS:
  1. ®La Reserva Federal de EEUU ha puesto a disposición $510.000 millones desde diciembre de 2007 (http://news.bbc.co.uk/2/hi/business/7410874.stm), y el Banco Central Europeo aportó $500.000 en ese mismo mes (www.telegraph.co.uk/money/main.jhtml?xml=/money/2007/12/19/ccom119.xml).
  2. ®CAD OCDE (2008) "Scaling Up: Aid Fragmentation, Aid Allocation and Aid Predictability", mayo. Estas cifras suponen que la condonacion de la deuda y la ayuda humanitaria estarán en su nivel medio de largo plazo para el 2010.
  3. ®Oxfam Internacional (2007) "The World is Still Waiting", Oxford: Oxfam, en base a datos de la OMS y ONUSIDA.
  4. ®Ver Oxfam Internacional ?Pagar el precio‘, Oxford: Oxfam, y AOD, CAD OCDE ODA, 2007.
  5. ®El sondeo de opinión preguntó a los encuestados si Japón debería cumplir su promesa de alcanzar el objetivo de un 0.7 por ciento de INB en ayuda exterior. El 27.3 por ciento opinó que Japón debería "cumplir su promesa ante todo" y un 57.2 por ciento opinó que Japón debería cumplir su promesa siempre que fuera posible.
  6. ®La ayuda de Japón fue de 0.17 por ciento de la INB en 2007, o $7,690 millones. Si Japón aportara un 0.7 por ciento, la ayuda en 2007 hubiera ascendido a $31,660 millones. Según estimaciones de ONUSIDA, el coste de alcanzar el objetivo de acceso universal a la prevención, el tratamiento y los cuidados por el VIH y el SIDA serán de $17,000 millones para el 2010 (Fondo Mundial "Resource needs for the Global Fund 2008-2010", 2007).
  7. ®Dado el retraso en la recopilación de datos de ayuda, la comparación es entre 2003, año en que el Reino Unido aportaba el 0.34 por ciento de la INB, y 2007, cuando aportaba un 0,36 por ciento.
  8. ®Sondeos para la campaña "Me Too" realizados por Oxfam Japón, mayo de 2008.
  9. ®Sondeos de opinión realizados por Oxfam Francia, 2007.
  10. ®Sondeos de opinión realizados por Oxfam Alemania en marzo de 2007.
  11. ®Fuente: Encuesta realizada por Actionaid entre el público del Reino Unido en 2007.
  12. ®Eurodad (2007) "Enlazando el análisis presupuestario con la incidencia política en la ayuda al desarrollo: Cómo las organizaciones de la sociedad civil pueden supervisar el apoyo presupuestario de los donantes", setiembre de 2007.
  13. ®Oxfam (2007) "Remunerar a las personas", Oxford: Oxfam, p.18.
  14. ®Concorde, No Time to Waste: European Governments Behind Schedule on Aid Quantity and Quality (2008). La cifra exacta fue de ?891millones.
  15. ®OCDE (2008) Encuesta de seguimiento de la Declaración de París. Primer borrador.
  16. ®Oxfam Internacional (2006) "Remunerar a las personas", Oxford: Oxfam.
  17. ®Los "fondos buitre" compran la deuda de los países en desarrollo en los mercados secundarios y luego interponen una demanda contra esos países para exigir el pago de la misma. Para más información, ver www.jubileedebtcampaign.org.uk
  18. ®Bangladesh paga US$754 millones anuales a los países ricos. Cifras de la Jubilee Debt Campaign (2008) "Unfinished business: ten years of dropping the debt".
  19. ®Jubilee Debt Campaign (2008) "Unfinished business: ten years of dropping the debt", Jubilee Debt Campaign.

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05* 3. Servicios básicos: salud, educación, agua y saneamiento para todos

Los servicios públicos esenciales, como son salud, educación, agua y saneamiento, son armas letales en la lucha contra la pobreza y la desigualdad. Se pueden conseguir avances enormes con la provisión gratuita y universal de estos servicios básicos. Pero para poder financiar tales servicios, la ayuda prometida por los países ricos debe materializarse, y se necesitará aun más. La financiación aportada se debe utilizar para apoyar los planes de servicios públicos elaborados por los propios gobiernos de los países en desarrollo, en lugar de menoscabarlos en favor de proyectos impulsados por los propios donantes. ¿Cuánta ayuda se necesita para los servicios básicos?
Dotar los sistemas de salud. ?Hay una falta terrible de personal de enfermería. Debemos seguir trabajando, incluso cuando estamos agotados. Trabajo desde las cuatro de la tarde hasta las siete y media de la mañana siguiente. Son 16 horas. Somos cinco en el ala de pediatría, y normalmente tenemos entre 200 y 300 niños. Además hago turnos de día cuando falta personal. Trabajamos mucho; sudamos mucho. Y seguimos trabajando. ¿Qué otra cosa podemos hacer?‘ Comadrona en el hospital de Lilongwe, en Malawi.La buena noticia es que en los últimos años la ayuda destinada a la salud ha crecido notablemente. Entre el 2000 y el 2005, la ayuda para la salud aumentó de US$6,000 millones a US$14,000 millones[32]. Gran parte de este incremento ha sido posible gracias a la rápida puesta en marcha del Fondo Mundial de Lucha contra el VIH, la Tuberculosis y la Malaria (Fondo Mundial). El Fondo Mundial, surgido de la última reunión del G8 de Japón que se celebró en Okinawa en 2000, ha sido un enorme éxito. Desde su creación, el Fondo Mundial ha concedido 10.600 millones de dólares en subvenciones a 136 países. Ha aportado tratamiento a más de un millón de personas afectadas por el VIH y el SIDA, ha distribuido 30 millones de mosquiteros de cama contra la malaria, y ha dispensado dos millones de tratamientos contra la tuberculosis[33]. Aunque estos incrementos son excelentes, el sector se resiente ahora por la proliferación de más de 100 actores distintos, con escasa coordinación entre sí. Además, falta financiación para sentar los pilares básicos de un servicio de salud sólido, y, más importante aún, para los 4,25 millones de trabajadores sanitarios que faltan en el mundo. De hecho, la ayuda para la atención primaria en salud se ha reducido en un 50 por ciento[34]. Entretanto, el Banco Mundial y otros donantes abogan por una mayor privatización de los servicios de salud y la financiación de la salud privada como solución alternativa, pese a las escasas pruebas de que este sistema funcione[35]. Al igual que el gobierno japonés dio ejemplo mediante la creación del Fondo Mundial en el 2000, en el 2008 debería dar ejemplo de nuevo convenciendo al G8 para abordar el problema de los sistemas de salud. Ya existe una entidad que podría encargarse de ello, la Asociación Internacional de Salud (International Health Partnership, IHP), pero debe ser mejorada y ampliada. Japón debe asumir el reto de ampliar la IHP y convertirla en iniciativa del G8, con un alcance parecido al del Fondo Mundial. A través de esta IHP mejorada, el G8 debe comprometerse a aportar una ayuda presupuestaria a largo plazo que sirva para apoyar los planes de salud de los países pobres de manera que puedan implantar una atención sanitaria gratuita y universal y contratar a los millones de médicos, personal de enfermería y demás trabajadores sanitarios que se necesitan. Los países en desarrollo deben elaborar un plan de salud, y los donantes y las principales iniciativas de alcance internacional, como el Fondo Mundial, deben financiar estos planes para simplificar el sistema y conseguir salud para todo el mundo. Educación para todos. En Burundi, la educación gratuita introducida en el 2005 ha conseguido que medio millón de niños y niñas acudan a la escuela por primera vez.En los últimos diez años se han conseguido grandes avances en la educación primaria. El número de niñas y niños no escolarizados ha disminuido de 100 millones a 72 millones, de los cuales 11 millones se encuentran en África. Los ODM en educación incluyen la meta de que todos los niños y niñas puedan completar un ciclo de enseñanza primaria y que haya el mismo número de niños que de niñas en la escuela. La buena noticia es que en algunos países donde ya se ha introducido la educación gratuita se está avanzando rápidamente hacia la consecución de estos objetivos. Burundi introdujo la educación gratuita en el 2005 y ya ha conseguido escolarizar a medio millón de niños y niñas más. Aún hay que hacer más, pero los logros hasta la fecha son considerables. Las metas fijadas, sin embargo, son en exceso limitadas, y no tienen en cuenta determinados aspectos clave que es necesario abordar, como por ejemplo la calidad de la educación. En Malawi, sólo uno de cada diez estudiantes de sexto grado alcanza el nivel mínimo de lectura exigido. Pero para poder hacer frente a esta falta de calidad es necesario contratar a millones de profesores calificados, sobre todo mujeres, a quienes se les debe pagar un sueldo digno y tratar con el debido respeto. Clases reducidas y un profesorado calificado son la clave para lograr buenos resultados en educación. La presencia de maestras es también un aspecto que fomenta el acceso, la permanencia y la seguridad de las niñas en la escuela. Sin embargo, las disparidades persistentes y en algunos casos crecientes entre niños y niñas en la educación secundaria hacen que sean muy pocas las mujeres que acaban siendo maestras calificadas. En Bangladesh se ha conseguido reducir el número de niñas no escolarizadas a tan sólo 60.000, hecho que se ha atribuido, al menos en parte, a haber duplicado el número de maestras contratadas. Al igual que sucede con el personal sanitario, la ayuda presupuestaria a largo plazo es la única capaz de garantizar el pago de salarios del personal docente. En el mundo se necesitan dos millones más de profesores cada año de aquí al 2015, de los cuales una proporción adecuada deben ser mujeres debidamente formadas. El principal instrumento global para la financiación de la educación universal es la Iniciativa Vía Rápida de Educación para Todos. El G8 debe aportar de inmediato los US$600 ó US$700 millones adicionales que se necesitan para cubrir el actual déficit de financiación de aquellos países que han recibido el visto bueno de la Iniciativa Vía Rápida de Educación, y multiplicar por dos el número de países que reciben este visto bueno para llegar a 60 antes de finales del 2008. Agua y saneamiento. Se calcula que en África las enfermedades y los fallecimientos por causa del agua contaminada y la falta de saneamiento provocan pérdidas por valor de un 5 por ciento del PIB[36]. Por cada dólar gastado en saneamiento, se obtienen beneficios por valor de unos US$9 debido a mejoras en la salud, la productividad económica y la educación[37].El G8 no suele dedicar mucho tiempo a hablar de retretes, pero este año podría ser diferente. El 2008 ha sido declarado por la ONU como Año Internacional del Saneamiento, porque hay 2.600 millones de personas que no tienen dónde hacer sus necesidades. Cada día mueren 5.000 niños y niñas como consecuencia de las enfermedades diarreicas provocadas por esta carencia. Esta crisis global menoscaba todos los esfuerzos de desarrollo. La ONU calcula que el precio de no alcanzar el Objetivo de Desarrollo del Milenio de reducir a la mitad el porcentaje de personas que carecen de acceso al saneamiento asciende a casi US$35,000 millones anuales. De seguir las pautas actuales, este objetivo no se alcanzará en el África subsahariana hasta el año 2076. En cambio, el costo de alcanzar el objetivo sería de US$10,000 millones anuales: una tercera parte de lo que se gasta anualmente en el mundo en agua embotellada. Es una crisis impulsada por la desigualdad y la pobreza, que afecta en mucha mayor medida a mujeres y niñas. Muchas niñas ven negado su derecho a la educación porque tienen encomendada la tarea de buscar agua, o abandonan la escuela al llegar a la pubertad por falta de instalaciones de saneamiento adecuadas. Al llegar a la edad adulta, muchas mujeres pobres han de seguir dedicando muchas horas a buscar agua y también a cuidar de los hijos, con frecuencia enfermos o moribundos por causa de infecciones diarreicas. La inversión en saneamiento consigue resultados rápidos y muy marcados. En Bangladesh, la inversión en saneamiento ha multiplicado por dos el número de personas con acceso a dicho servicio desde 1990, y la mortalidad infantil se ha reducido casi a la mitad en el mismo periodo[38]. Los países ricos deben actuar urgentemente para abordar este tema, empezando en el G8 de Japón. Los japoneses han destacado ya la importancia del agua y el saneamiento en su programa. Se debe crear un grupo de trabajo de alto nivel y ámbito mundial sobre saneamiento y agua, y un mecanismo de evaluación anual. El G8 debe comprometerse también a no dejar que fracase ningún plan nacional viable por falta de financiación.
NOTAS:
  1. ®Banco Mundial (2007) "Healthy Development. The World Bank Strategy for Health, Nutrition, & Population Results", Washington DC: Banco Mundial.
  2. ®Banco Mundial (2006) "Health Financing Revisited", Cincuenta mil millones de dólares es una cifra media tomada de una serie de estimaciones distintas de la cantidad que se necesita a nivel global. Se espera que para el VIH y el SIDA, la tuberculosis y la malaria se necesiten US$23,000 millones para el 2010. GFATM (2007) "Resource needs for the Global Fund 2008-2010", p.12.
  3. ®Cifras del Informe de Seguimiento Mundial de 2008 de la UNESCO.
  4. ®Cifras de WaterAid y el Informe de Desarrollo Humano 2006.
  5. ®Banco Mundial (2007) op.cit.
  6. ®www.theglobalfund.org/en/
  7. ®Banco Mundial (2007) op.cit.
  8. ®Para mayores detalles sobre los problemas que plantea este enfoque, ver Oxfam Internacional (2006) ?Remunerar a las personas, Oxford: Oxfam.
  9. ®www.endwaterpoverty.org/the_issue/
  10. ®ibid.
  11. ®PNUD (2006) Informe de Desarrollo Humano 2006, Nueva York: Naciones Unidas, p.123.

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06* 4. Cambio climático: dejar de hacer daño y empezar a ayudar

Las personas pobres ya están sufriendo los impactos del cambio climático. Una mayor vulnerabilidad ante sequías, tormentas e inundaciones está causando estragos para millones de personas y lentificando los avances hacia la consecución de los ODM.
  • Más de 250 millones de personas de África podrían padecer escasez de agua por motivo del clima para el 2020.
  • El rendimiento de la agricultura pluvial en el África subsahariana podría verse reducido hasta en un 50 por ciento para el 2020, con consecuencias adversas para la seguridad alimentaria y un aumento en la malnutrición.
  • Se prevé un aumento en enfermedades como la diarrea y el cólera debido a las inundaciones y a la subida de la temperatura del agua en el sur de Asia. Más de 1.000 millones de personas deberán afrontar tensiones como consecuencia de inundaciones de corta duración y escasez de agua a más largo plazo en la región debido al rápido deshielo de los glaciares.
Es necesario actuar con urgencia para frenar el cambio climático y ayudar a las personas pobres a afrontar los impactos que ya se están haciendo notar. La acción frente al cambio climático y la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio van de la mano. Recortar ya las emisiones de carbono: dos grados, una oportunidad.La única manera de evitar una erosión aún mayor del derecho a la vida, a la seguridad, a la subsistencia, a los alimentos y a la salud de millones de personas es mantener el calentamiento global por debajo de los 2 grados centígrados, para que los impactos del cambio climático no se tornen incontrolables. Hace más de 15 años, los países ricos, incluidos los gobiernos del G8, prometieron reducir sus emisiones hasta los niveles de 1990 para el año 2000. Pese a las más duras advertencias por parte de la comunidad científica, las emisiones siguen creciendo a un ritmo cada vez más acelerado. Este fracaso del G8 es mucho más que una cuestión de credibilidad. El planeta se precipita de cabeza hacia un cambio climático catastrófico e irreversible, hacia un desastre sin precedentes en la historia de la humanidad que únicamente puede evitarse mediante la acción y no con simples palabras.El 2050 es importante; el 2015 es crítico.El Plan de Acción de Bali proporciona una oportunidad que no se volverá a presentar para impedir que el cambio climático menoscabe los objetivos de desarrollo. En este marco, los países del G8 tienen una tarea bien clara: revertir el continuado crecimiento de las emisiones para el 2015. En el G8 celebrado en Alemania en el 2007, la presión ejercida por la Canciller Merkel llevó a los países del G8 a emitir la siguiente famosa declaración: "Analizaremos seriamente las decisiones tomadas por la Unión Europea, Canadá y Japón, entre otras la de reducir al menos a la mitad las emisiones globales de aquí al 2050". El objetivo de Japón, tras haber elevado el listón para EEUU y Canadá al comprometerse a una reducción de entre un 60 y un 80 por ciento para el 2050, es pasar del análisis al compromiso, y presentarlo como importante logro del G8. Pero incluso si los países del G8 lo respaldan, este objetivo de reducción sigue siendo muy inadecuado. A nivel global, una reducción del 50 por ciento sobre los niveles de 1990 para el 2050 mantendría la concentración atmosférica de gases de efecto invernadero en torno a las 550 partes por millón. Pocas personas están dispuestas a reconocer que a estos niveles la probabilidad de exceder los 2 grados centígrados se sitúa en un alarmante 50 por ciento. Nadie pondría a su ser más querido en un avión que tuviera esa probabilidad de estrellarse. De acordarse ese objetivo, los líderes del G8 estarían de hecho condenando a las personas más pobres del mundo a impactos climáticos incontrolables. A fin de reducir al máximo el riesgo para las personas cuyos derechos se verán más afectados, la comunidad internacional debe trabajar para que las emisiones globales alcancen su máximo a mas tarde en el 2015, para caer después en al menos un 80 por ciento en relación a los niveles de 1990 para el año 2050. Pero incluso este objetivo lleva asociado una posibilidad entre tres de superar los dos grados centígrados. Pero aunque importantes, los objetivos para el 2050 no deben constituir la prioridad de hoy. Lo que más cuenta son las medidas que vayan a adoptar los países ricos ahora. Deben ser los primeros en actuar, de la manera mas rápida y de mayor alcance, recortando sus emisiones en un 25 a 40 por ciento de los niveles de 1990 para el 2020. Dado que ya han agotado la mayor parte de un recurso limitado como es la atmósfera terrestre, deben dejar ahora el mayor espacio posible para que los países en desarrollo puedan crecer y satisfacer el derecho al desarrollo de sus ciudadanos. Con el primer periodo de compromiso del Protocolo de Kyoto ya en marcha, son muy pocos los países ricos que están cumpliendo sus compromisos actuales, ya de por sí poco ambiciosos. De cara al futuro, la UE se ha comprometido a recortes del 30 por ciento para el 2020, y la reciente ratificación de Kyoto por parte de Australia sirve de impulso para iniciar otras acciones. En cambio, el gobierno de EE. UU. no ha adoptado compromiso alguno hasta la fecha. El Primer Ministro Harper prefiere emplear subterfugios para no fijar objetivos difíciles, modificando el año de referencia para los recortes de 1990 a 2006, lo que permitirá a Canadá seguir contaminando durante muchas décadas más. Tanto EE. UU. como Japón abogan por la fijación de unos objetivos ?sectoriales‘ voluntarios para cada sector industrial, una distracción peligrosa que podría impedir un acuerdo sobre recortes vinculantes en el nivel de emisiones totales. ¿Y qué hay de los países en desarrollo más avanzados? Los países ricos son los máximos responsables de las emisiones excesivas, así como también los que mayor capacidad tienen para pasarse a tecnologías bajas en carbono. Son por ello los que mayores recortes deben realizar. No obstante, incluso la acción más radical por parte de los países ricos no conseguirá mantener el calentamiento global por debajo de los 2 grados centígrados. Por ello, también se debe comenzar a poner freno al crecimiento en las emisiones de los países en desarrollo más avanzados. De acuerdo a su creciente responsabilidad y capacidad, hay una serie de países en desarrollo que deben actuar, sin menoscabar con ello el derecho al desarrollo de las personas que viven en la pobreza. Para alcanzar el nivel de reducción requerido en las emisiones, los países ricos deberán financiar la mayoría de los recortes, en proporción justa también a las cantidades ya emitidas y su poderío económico.Ayudar a los países pobres a adaptarse.Muchos de los impactos del cambio climático son ya inevitables. Y en un cruel giro del destino, serán los países más pobres los más afectados. Incluso si los países ricos recortan las emisiones de carbono y el calentamiento global no supera los 2 grados centígrados, seguirá siendo necesario proteger los derechos de millones de personas mediante una adaptación eficaz, para lo cual se necesita la financiación de los países ricos. Se calcula que la adaptación al cambio climático para todos los países en desarrollo costará decenas de miles de millones de dólares al año: Oxfam calcula que serán al menos US$50,000 millones; el Informe de Desarrollo Humano del PNUD estima que serán US$86,000 millones anuales para el 2015; y la UNFCCC estima que serán entre US$28,000 y US$67,000 millones para el 2030. Si los países ricos aportan fondos de acuerdo a su responsabilidad de las emisiones producidas y su capacidad de ayuda, EE. UU., la UE, Japón, Canadá y Australia deberían aportar el 95 por ciento de los fondos necesarios (con algo más del 75 por ciento de esta cantidad a cargo de EE. UU. y la UE), según el Índice de Financiación para la Adaptación de Oxfam[39]. La financiación para la adaptación debe ser adicional a los compromisos del 0.7 por ciento de la RNB como ayuda oficial al desarrollo (AOD). Estos compromisos de ayuda son necesarios para que las personas pobres puedan disfrutar de su derecho a la salud, la educación, y la igualdad de género e ingresos, según consta en los Objetivos de Desarrollo del Milenio. El cambio climático crea riesgos nuevos y adicionales que erosionan también los derechos de las personas pobres, y por tanto se necesita financiación adicional para hacerles frente. No se trata de ayuda, sino de una financiación compensatoria para potenciar la resiliencia o capacidad de adaptación ante impactos inevitables. Gran parte de esta financiación puede generarse a través de nuevas medidas fiscales para las industrias que más contaminan, o mediante la imposición de tasas sobre medidas que se adopten en relación al cambio climático a nivel nacional o internacional. Si todos los países de la UE sacaran a subasta el total de los derechos de emisión de carbono del sector energético, tal y como propone la CE, y si lo recaudado mediante tales subastas no pasara simplemente a engrosar las arcas nacionales, esta medida por sí sola podría generar hasta ?20,000 millones (US$31,000 millones) anuales para el 2020. Si los derechos de emisión de carbono introducidos respecto a la utilización de carburantes para la navegación aérea y marítima se subastaran en su totalidad, se obtendrían unos US$22,000 millones anuales para el 2010, según datos de la UNFCCC. Algunos miembros del G8 han optado por destinar recursos a través de los llamados Fondos de Inversión Climática (Climate Investment Funds, CIF), gestionados por el Banco Mundial. Pero pese a que toda financiación adicional es de agradecer, muchos países en desarrollo y organizaciones de la sociedad civil han expresado una grave preocupación por el hecho de que la existencia de estos fondos en el Banco Mundial podría perjudicar las negociaciones que se están desarrollando en torno al cambio climático. En la reunión celebrada en Bali en diciembre de 2007 se estableció el Fondo para la Adaptación de la ONU, un fondo diseñado y creado tras varios años de negociaciones para abordar las necesidades de adaptación en los países en desarrollo, bajo los auspicios de la Convención sobre el Cambio Climático de la ONU. El Fondo para la Adaptación de la ONU representa un importante paso adelante, y lo que hace falta ahora es que los países ricos demuestren voluntad política y comiencen a aportar financiación al mismo. Según las propuestas iniciales para los CIF del Banco Mundial, los países receptores tendrían escaso poder de decisión sobre la manera en que se emplearían los fondos. Sin embargo, y tras las protestas tanto de países en desarrollo como de ONG, el Banco Mundial ha introducido cambios positivos en el sistema operativo de los mismos, según los cuales donantes y beneficiarios tendrán una participación más equitativa en la gestión y utilización de los fondos. Es un modelo que podría servir de referencia para otros mecanismos de financiación del Banco Mundial. Pero pese a estas mejoras, Oxfam sostiene que los países ricos deben canalizar las nuevas aportaciones a través del Fondo para la Adaptación de la ONU (o a través del fondo ya operativo de la UNFCCC para los Países Menos Adelantados, establecido precisamente para abordar las necesidades de adaptación más urgentes), por dos motivos: en primer lugar, porque la actual proliferación de fondos hace que resulte más difícil para los países pobres cumplir todos los requisitos burocráticos necesarios para acceder a las distintas fuentes de financiación; y, en segundo lugar, porque es importante demostrar apoyo político a los nuevos instrumentos de la ONU. Como mínimo, y transcurrido un plazo determinado, la gestión y el seguimiento de los fondos aportados a los CIF del Banco Mundial deberían pasar a manos del Fondo para la Adaptación de la ONU. Pero cualquiera que sea el mecanismo utilizado, la financiación para la adaptación debe aportarse a modo de subvención y no como préstamo, de manera que quede claro quién asume estos gastos. Otro requisito imprescindible es que toda aportación sea adicional a la ayuda ya prometida. Lo que está claro es que, pese a que los costos serán elevados, existen formas de recaudar fondos en la cuantía necesaria. El paso más importante que debe dar ahora el G8 es asumir su responsabilidad y comprometerse a aportar la parte íntegra y justa que le corresponde de los costes de adaptación, y hacerlo a través de los instrumentos acordados en las negociaciones post 2012 que se desarrollan actualmente.
NOTAS:
  1. ®Ver Oxfam Internacional (2007) "Adaptarse al cambio climático: Qué necesitan los países pobres, y quién debería pagarlo", Oxford: Oxfam.

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07* 5. Poner por delante a mujeres y niñas

Pese a que van ya tres décadas de esfuerzos tanto a nivel nacional como global para conseguir la equidad entre los géneros y la autonomía de la mujer, los avances siguen siendo lentos y parciales. La Declaración del Milenio incluye la resolución de promover la igualdad de género y la autonomía de la mujer como derechos humanos básicos, y afirma que el empoderamiento de la mujer es requisito indispensable para erradicar la pobreza, el hambre y las enfermedades y estimular el desarrollo sostenible. Entre los ODM está el Objetivo 3: "promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer", que se mide por las diferencias en el acceso de mujeres y hombres a la educación, el empleo y la toma de decisiones a nivel político. Sobre estos tres aspectos, el Informe de Progreso sobre los ODM del 2006 concluye que: "La noticia positiva es que en siete de las diez regiones hay tantas niñas como niños escolarizados. No obstante, en algunos países el índice de matriculación de las niñas en la enseñanza primaria sigue estando un 75 por ciento por debajo del de los niños. La brecha de género en el acceso a la enseñanza secundaria sigue siendo motivo de grave preocupación, con una media de 79 niñas matriculadas por cada 100 niños. Dos tercios de las personas analfabetas en el mundo son mujeres". A pesar de que las mujeres son ya mayoría en la fuerza laboral a nivel mundial, la mejora en su situación económica se ve seriamente limitada por recibir salarios más bajos que los hombres, por la segregación ocupacional, unos mayores índices de desempleo, y una presencia desproporcionada en los sectores informales y de subsistencia. La participación política de la mujer ha mejorado (en la actualidad, el 17 por ciento de parlamentarios en el mundo son mujeres), pero aún quedan diferencias muy notables, y en Oceanía, el norte de África y Asia occidental la representación política de la mujer a nivel nacional sigue siendo muy baja. Existen otros factores complejos que inciden negativamente sobre la igualdad de género y la autonomía de la mujer y que no son recogidos en el Objetivo 3 o las metas del mismo, ni tampoco en ninguno de los demás ODM. Entre esos factores se pueden citar la violencia generalizada contra la mujer, la distribución desigual de recursos, el impacto desproporcionado del conflicto armado sobre la mujer, la responsabilidad universal que asumen las mujeres en la labor de cuidados, la escasez de mujeres líderes en instituciones y procesos, la inadecuada atención que se le dedica al género y a la mujer en las estrategias y estructuras de planificación para el desarrollo nacional, y los recursos del todo insuficientes que se asignan a la consecución de objetivos y compromisos acordados a todos los niveles. A continuación se analizan dos áreas en las que es necesario actuar.Financiación para la igualdad de género y la autonomía de la mujer.El trabajo orientado a la consecución de la igualdad de género precisa de fondos, tanto para la implementación de programas específicos cuyo objetivo es hacer valer los derechos de la mujer, como para garantizar la integración de una perspectiva de género en las políticas y los planes nacionales para la reducción de la pobreza. En cumplimiento de sus promesas generales de ayuda, los países ricos y el G8 deben, en particular, garantizar la disponibilidad de financiación predecible y de largo plazo para organizaciones de mujeres y actividades relativas al género. Los gobiernos de los países pobres deben garantizar que los planes de desarrollo nacional otorgan prioridad a la igualdad de género, y que se capacita a las mujeres para que participen en y puedan liderar los procesos pertinentes. La ayuda presupuestaria concedida a los gobiernos debe ir ligada a indicadores que midan los avances conseguidos en la protección de los derechos de la mujer.Conseguir que la ONU apoye a la mujer.Las estructuras actuales de la ONU para el empoderamiento de la mujer son totalmente inadecuadas para cumplir los compromisos asumidos por los diversos gobiernos a través de acuerdos internacionales. Ya existen propuestas para la creación de una ?entidad‘ de género para abordar este problema, y para "aportar renovado liderazgo a los temas de igualdad de género y empoderamiento de la mujer"[40]. Hasta la fecha no se ha producido avance alguno con respecto a estas recomendaciones, hecho que crea gran preocupación. El estancamiento de las consultas sobre una entidad de género de la ONU pone en peligro esta oportunidad única de conseguir cambios y garantizar que la ONU apoye de forma directa a la mujer. La acción por parte del G8 y demás países ricos en los próximos meses, con anterioridad a la reunión extraordinaria de la ONU sobre los ODM, podría servir para dar nuevo impulso a las discusiones y propiciar algún avance. Los líderes del G8 y demás países ricos deben demostrar liderazgo, exigiendo un procedimiento claro que garantice la rápida creación de un órgano de la ONU para la mujer dotado de un fuerte mandato respecto a política y programas y una sólida presencia sobre el terreno, de recursos predecibles y suficientes, y de una figura de subsecretario general para aportar mayor nivel de liderazgo que hasta la fecha.
NOTAS:
  1. ®Resumen del Debate Temático de la Asamblea General sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio, Nueva York, 1 a 4 de abril de 2008.

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08* 6. Seguridad y desarrollo inseparables

En los próximos cinco años, los países más pobres del mundo podrían tener una posibilidad entre seis de verse envueltos en una guerra civil.En los 31 conflictos armados más graves que hay hoy en el mundo, la pobreza, y sobre todo la desigualdad entre grupos distintos, juega un papel importante. En los próximos cinco años, cualquiera de los países más pobres del mundo podría tener una posibilidad entre seis de verse envuelto en una guerra civil[41]. A más largo plazo, si no se logra alcanzar los ODM para el 2015, sobre todo en los países con mayor riesgo de conflictos, se verán seriamente menoscabados los esfuerzos por reducir el número de conflictos en el mundo. El acceso desigual a los servicios básicos contribuye enormemente a aumentar el riesgo de conflicto violento. Cuando un grupo tiene menor acceso que otro, sobre todo si son de etnias o religiones distintas, resulta muy fácil echarle la culpa al otro. La disponibilidad de servicios básicos para todo el mundo es de vital importancia para prevenir conflictos, y sobre todo en situaciones precarias post conflicto, para evitar la reanudación del mismo. Las transferencias irresponsables de armas y de municiones apuntalan los conflictos y los hacen más difíciles de resolver. Por ello, actúan en detrimento de los ODM, los cuales son prácticamente imposibles de alcanzar en países en guerra. Según datos recabados de investigaciones realizadas por Oxfam en 2007, los conflictos armados le cuestan a África US$18,000 millones anuales, la misma cantidad que recibe en ayuda. Son recursos que de otro modo podrían utilizarse para avanzar hacia la consecución de los ODM. El mundo gasta en la actualidad 1,2 billones de dólares en las fuerzas militares, cifra diez veces superior a la destinada a ayuda exterior. Los mayores comerciantes de armas del mundo son el Reino Unido, EE. UU., Francia, Rusia y China. Los conflictos de todo el mundo se ven inundados por armas ligeras que causan un elevado número de muertes y enorme sufrimiento a millones de personas. El gobierno italiano gasta US$29,000 millones en las fuerzas militares, pero parece incapaz de aumentar el presupuesto de ayuda a más de US$4,000 millones. Las transferencias irresponsables de armas también menoscaban el desarrollo al incitar a los gobiernos a gastar sus escasos recursos en cantidades de armas mucho mayores de la que realmente necesitan para garantizar su seguridad. Las carreras armamentistas y la corrupción pueden agravar aún más esta pérdida de recursos, salvo que las transferencias de armas se concierten por medio de procesos de adquisición transparentes y con rendición de cuentas. Indonesia, por ejemplo, supuestamente gastó más de xx700 millones de euros en cuatro corbetas holandesas, cuando existían otras alternativas más baratas[42]. Todos los miembros del G8, a excepción de Canadá, forman parte del grupo de expertos gubernamentales que se reúnen este año para analizar la viabilidad, el alcance y los parámetros de un posible Tratado sobre Comercio de Armas (TCA). Como mayores exportadores de armas y por ser de entre los países más poderosos del mundo, los miembros del G8 deben prestar su apoyo para un TCA sólido en base a los derechos humanos y el derecho internacional humanitario. Este apoyo es imprescindible para garantizar que el procedimiento que se sigue ante la ONU redunde en un acuerdo sólido. Hay sin embargo posturas dispares con respecto a la necesidad de un TCA riguroso. Pese a la responsabilidad que los miembros del G8 deberían asumir por las ingentes cantidades de armas que exportan a todo el mundo, entre ellos hay algunos que apoyan firmemente un TCA, pero también otros que se oponen con igual firmeza.El conflicto armado y la mujer.En octubre del año 2000 el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 1325, la cual reconoce el impacto desproporcionado del conflicto armado sobre la mujer y destaca la importancia de involucrar a las mujeres en todas las etapas de las negociaciones de paz e iniciativas de reconstrucción como agentes en igualdad de condiciones en el proceso de paz. Un área de especial preocupación era la necesidad de implementación de los Programas Nacionales de Acción (NAP) por parte de los países que aportaban tropas para el mantenimiento de la paz. Hasta la fecha, diez países ya han firmado estos planes, y en otros países grupos de mujeres trabajan con los respectivos gobiernos para elaborar documentos vinculantes. El G8 puede impulsar este proceso, animando y prestando apoyo a los gobiernos en la elaboración de planes nacionales de acción y velando por que la sociedad civil y las organizaciones de mujeres participen en el proceso. Tal y como recomienda la Resolución 1325, el G8 y los países ricos deben destacar la importancia de fomentar y apoyar la concienciación de género en los procesos de reconciliación y reconstrucción post conflicto, así como en las operaciones de mantenimiento de la paz.Aportar más ayuda humanitaria, rápido. Cada año, las vidas de cuarenta y seis millones de personas se ven destrozadas por el conflicto o los desastres.Los países ricos no están aportando suficiente ayuda humanitaria. A pesar de que la financiación humanitaria de la OCDE superó ligeramente los US$9,000 millones en el 2006 (la cifra más reciente disponible), el crecimiento en la financiación humanitaria internacional no va a la par con una demanda que crece a razón de los cada vez más frecuentes desastres naturales. Con anterioridad a las crisis recientes del 2008, 23 países de África y 11 de Asia ya sufrieron inundaciones en el 2007 que afectaron a 251 millones de personas. El tsunami del 2004 en el Océano Índico afectó a cerca de 1,75 millones de personas. En el 2007, 13 millones de personas se quedaron sin la ayuda que necesitaban debido a que los gobiernos donantes dejaron infradotados los Llamamientos Consolidados de la ONU en una cantidad de US$1,500 millones. El encarecimiento de los alimentos no ha hecho sino agravar este problema, según se detalla en la sección primera de este informe. Este déficit general parece afectar sobre todo a las crisis que no tienen la fortuna de atraer la atención política o de los medios de comunicación. En el 2006, los gobiernos donantes aportaron tan sólo el 45 por ciento de las necesidades de financiación humanitaria para Burundi, según valoración del Llamamiento de la ONU, pero en cambio contribuyeron con el 123 por ciento al Llamamiento para el Líbano. En el 2007, los donantes aportaron el 90 por ciento de los fondos requeridos en el Llamamiento de la ONU para Corea, pero tan sólo 21 y 12 por ciento, respectivamente, para responder ante las inundaciones en Burkina Faso y Zambia.
NOTAS:
  1. ®P. Collier (2007) The Bottom Billion: Why the Poorest Countries are Failing and What can be Done About it, Oxford: Oxford University Press, p.
  2. ®La investigación de Oxfam sobre estos costos de oportunidad se publicarán en un nuevo informe en septiembre de 2008.

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09* Conclusiones

Los países del G8 y demás países ricos tienen el poder y la oportunidad de la pobreza algo del pasado. Pueden poner fin a la actual crisis alimentaria y abordar el cambio climático. Necesitan actuar, y necesitan hacerlo ya. En los próximos meses se presenta una serie de valiosas oportunidades para la acción en la que los líderes pueden recuperar la credibilidad perdida. Como presidente del G8 para este año, Japón debe presionar, en su reunión de julio, a los países ricos para que pasen a la acción. Además del G8, la reunión extraordinaria sobre los ODM convocada por el Secretario General de la ONU para setiembre, el Foro sobre Ayuda que se celebrará en Ghana en ese mismo mes, y la Conferencia de Doha sobre Financiación para el Desarrollo que tendrá lugar en noviembre son oportunidades clave para la rendición de cuentas. En estas reuniones se deben presentar planes de acción respaldados por la financiación necesaria para alcanzar los ODM. Posteriormente, la cumbre sobre cambio climático a celebrar en Poznan (Polonia) en diciembre ofrece la posibilidad de alcanzar un acuerdo justo sobre cambio climático. Los millones de activistas de países tanto ricos como pobres que exigen acción sobre la pobreza y la desigualdad siguen insistiendo, y lo harán también este año y todos los que hagan falta hasta que los líderes aborden estos retos.

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10* Anexo 1: Aportación de ayuda en 2007 comparado con el gasto militar

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11* Anexo 2: El cambio climático y los Objetivos de Desarrollo del Milenio

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