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Las olimpiadas del Tibet

Publicado el 7 de abril de 2008
En esta era de globalización de la información ya casi se ha convertido en una tradición que los activistas de Derechos Humanos aprovechen con sus acciones la fenomenal cobertura que los juegos olímpicos obtienen en los medios de comunicación. Nada que objetar a los grupos y personas que sistemáticamente denuncian violaciones de los derechos y que saben situarse ante una cámara en el momento y en el lugar oportuno.

Los movimientos pro Tibet ya han logrado lo que sí les parecía un objetivo más difícil, como es monopolizar el discurso pro derechos humanos en el binomio China-Olimpiadas a cuatro meses de su inicio. Lo que por cierto, parece haber enviado a un segundo plano del debate la cuestión de la contaminación pekinesa de la que tanto se ha hablado unos meses atrás.

Pero hay motivos para que una se sobreponga a la otra: mientras que la reivindicación de libertades religiosas y territoriales del movimiento tibetano es fácilmente compatible con los postulados dominantes de las democracias liberales occidentales, la cuestión de la contaminación sin embargo, pone en entredicho un conjunto de reformas económicas que han situado al continente chino en la órbita del modelo de desarrollo liberal, intensivo en crecimiento económico y en generación de residuos.

También intensivo en violaciones de derechos humanos aunque éstas sí están siendo debidamente silenciadas por los medios occidentales desde hace más de una década: desalojos forzosos de las zonas urbanas para la construcción de polígonos industriales, requisas de tierras y elevación de impuestos en zonas rurales que están hundiendo sistemáticamente las oportunidades de campesinos y campesinas, prohibición de derechos sindicales y condiciones laborales muy deficientes en las fábricas, o ausencia de atención sanitaria y otros servicios sociales para las personas que forzosamente han tenido que emigrar del campo a las ciudades de la costa. El nuevo modelo orientado a la exportación que es tan aplaudido por occidente y por el capital transnacional deja mayores beneficios en las cuentas financieras internacionales cuantos menos sean los derechos laborales, ambientales y sociales que el Estado chino procure a sus trabajadores y ciudadanos.

Claro que China ha expulsado del Tibet a más de un millón de personas desde la ocupación en 1950 mediante políticas represivas. Pero no olvidemos que hablamos de un país-continente en el que 136 millones de personas vive en condiciones de miseria con menos de un dólar diario y en el que, en virtud del modelo económico adoptado, la desigualdad crece espectacularmente.

Por otro lado, y también es historia, el sistema feudal de siervos y señores fue abolido por los comunistas. Es importante preguntarnos si corremos el riesgo de aprovechar los focos olímpicos para promover una sociedad teocrática y feudal. Contra las violaciones de derechos humanos, denuncia, también libertad y garantías.