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El Amazonas

Publicado el 14 de julio de 2008
Hablamos de la selva tropical más extensa del mundo. Son más de 6 millones de kilómetros cuadrados. Para entendernos, es 12 veces la extensión de España formada por planicies cubiertas de selvas ecuatoriales atravesadas por grandes ríos. Se extiende más allá de las fronteras políticas de nueve estados sudamericanos, aunque el 50% de la selva está en territorio brasileño.

Es poco menos que el símbolo de la destrucción aparejada a la industrialización de los últimos dos siglos, después de Orellana, la destrucción y devastación de la selva ha progresado exponencialmente. Hoy en día de nada sirven aquellas frases popularizadas como que el amazonas es el pulmón verde de la tierra. Nada parece detener a los mercaderes de todo.

Ni las razones ecológicas, ni los cambios climáticos, ni la alarmante pérdida de biodiversidad. Ni tan siquiera los más de 200 pueblos indígenas contemporáneos que juntos suman casi medio millón de personas sin derechos. Sin derecho a seguir viviendo según sus costumbres ancestrales, sin derecho a mantener su propiedad colectiva o su manejo inteligente del territorio. Viven –cuando viven- amenazados por la industria extractiva del oro, el hierro, el cobre o la bauxita; expulsados por la industria del agronegocio y de la madera, cuando no de las industrias petrolíferas. La última vuelta de tuerca los acuerdos comerciales internacionales firmados en Ginebra sobre derechos de patentes expolia directamente a ancestrales poblaciones de lo más sagrado para el ser humano: su cultura, su forma de vida.

¿Qué tipo de desarrollo promovemos cuando exigimos a indígenas amazónicos que inscriban en formularios incomprensibles de una oficina neoyorquina lo que aprendieron oralmente de sus mayores? ¿Cómo es posible que Monsanto o Nestlé dispongan de los derechos de explotación de semillas que fueron utilizadas milenariamente por esas poblaciones?

Brasil con Sudáfrica aún son los países con mayores desigualdades en el interior de sus países. Brasil combina la defensa de intereses industriales y corporativos de sus oligarquías con el abandono y la impunidad ante las violaciones sistemáticas de los derechos de sus habitantes originarios.

En un día como hoy, cuando conocemos que con el erario público estadounidense se acude al rescate de entidades prestamistas irresponsables y multimillonarias durante décadas... ¿para cuándo los estados decretarán y ejecutarán el rescate y fin de la impunidad de los delitos ambientales, sociales y humanitarios que se cometen a diario en el Amazonas?