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Amazonas ensangrentado

Publicado el 9 de junio de 2009
De los 28 millones de peruanos, en los dos departamentos amazónicos del Perú, Loreto y Amazonas viven 1.300.000, más de la mitad de ellos desperdigados por parajes selváticos de difícil acceso. Son 60 etnias diferentes de indígenas originarios organizados en la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Amazonia (AIDESEP). El pasado 9 de abril anunciaron un paro general en protesta por la aprobación de 6 decretos legislativos que les expulsaba de sus territorios.

Los indígenas se ponían en pie de lucha para exigir que el gobierno derogue esos decretos pues consideran que ponen en peligro sus territorios y su supervivencia ya que trata de decretos emitidos por el Ejecutivo en el marco de la implementación del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos y que suponen la apertura de la Amazonía a industrias social y ambientalmente destructivas como la minería y la explotación petrolera sin el consentimiento de sus pobladores, y en beneficio de las trasnacionales.

El gobierno responde en primer lugar creando una comisión llamada de diálogo, a la que paradójicamente olvidó invitar a los representantes indígenas. Comenzaron los tranques de carreteras y retuvieron a 38 policías. El pasado viernes el gobierno respondió con la más dura represión policial y militar, por tierra y aire. Ahora se discute sobre la cantidad de muertos, de un bando y de otro, y de quién es responsable de la masacre. De momento el líder de AIDESEP, Alberto Pizango está en busca y captura y aumentó de forma espectacular la presencia militar en la zona.

El gobierno peruano necesita seguir invisibilizando a sus poblaciones indígenas, que se han vuelto un serio inconveniente para los planes de inversión de grandes corporaciones trasnacionales. El gobierno allanó el terreno con la firma del tratado de libre comercio, por el cual debe garantizar derechos de inversores aunque sea por encima de los de los pobladores. Indígenas que llevan siglos abandonados por un gobierno en el que difícilmente pueden sentirse representados, como no lo sentían en Ecuador y Bolivia, hasta que después de décadas de organización y luchas lograron iniciar nuevos procesos constituyentes que incluyeran también sus lenguas, sus culturas y sus intereses en sus respectivos países.

Ahora cabe esperar toda la inquina de los poderosos y los bienpensantes que tratarán de convertir en terroristas internacionales a los indígenas sublevados para evitar la expulsión de sus territorios originarios y la desaparición de sus culturas y formas de vida. Desde Europa llegarán más capitales para explotar aquellos recursos sin dejar nada a cambio, nuestros gobernantes nos prometen que se finalizarán las negociaciones de libre comercio con Perú en el próximo otoño.

Los procesos de desarrollo aún responden a matrices fundamentalmente nacionales, por más que las apologías de la globalización sigan imponiendo a los países empobrecidos su apertura a los mercados. Dicen los teóricos que los éxitos en materia de desarrollo de los pueblos se deben a una interesante combinación entre estados eficaces y sociedades activas y comprometidas. Tal vez habría que recordarle al Presidente peruano que la eficacia demandada de la institución que preside se refiere a su capacidad de representar e integrar en un proyecto colectivo a su ciudadanía, anteponiendo mecanismos de redistribución y políticas sociales. Por si lo entendió mal y pensó que la demanda se refería a ser eficaz a la hora de malvender y privatizar los recursos de su pueblo, o a la eficacia en reprimir a los peruanos perjudicados por esas políticas.